27 de març 2012

PREMSA ESTRENA ANY DE GRÀCIA

Ventura Pons

Pilar Rahola (La Vanguardia)

Trasciende la triste vida de sus personajes y la convierte en una magnífica aventura de la cotidianidad

No es fácil construir una buena tragedia, porque es un género que obliga a una honda introspección del ser humano. El rey de la tragedia griega, Sófocles, nos legó una bella frase que define con precisión el género: "Acostada en medio de la desdicha, el alma ve mucho". Y es cierto que las almas torturadas de las Antígonas y los Edipos debieron llegar a una gran clarividencia, no en vano sus vidas se abrieron en canal.

Sin embargo, y alzando mi copa en honor al gran Sófocles, creo que el arte de hacer reír es aún más difícil que el de hacer llorar. El dolor es simple, y a poco que nos arañen las paredes interiores, los resortes de los miedos y las angustias se disparan con facilidad. Pero que un creador consiga saber qué mecanismos internos nos bajan las defensas hasta el punto de reírnos de nosotros mismos, no es cosa que pueda hacer cualquiera. Por supuesto hablo de humor inteligente, porque si se trata de pedo-caca-pis propio de las comedias baratas, entonces todo resulta fácil. La escatología es un recurso simple que activa, con pavloviana reacción, la risa simple. Pero cuando un creador quiere hacer arte inteligente y pretende activar nuestra capacidad reflexiva desde la cuerda floja de la broma y la ironía, entonces se trata de alguien de mucha categoría.

Categoría tiene, y muy demostrada, el director de cine Ventura Pons. Su recorrido internacional lo avala como uno de los directores que, sin pomposidad manchega, ni estruendo mediático, han sido más reconocidos en el exterior y ahí está su última película, Any de Gràcia, que ya tiene las maletas hechas para recorrer medio mundo. El jueves tuve la oportunidad de ir al estreno y ratifiqué lo que ya sabía. Que Ventura Pons es uno de esos catalanes universales que se han ganado la categoría a pulso de una vida completa dedicada a hacer arte de primera. A estas alturas su prestigio está hecho de granito, y sólo lamento que, como ocurre siempre en Catalunya con la gente brillante, no tenga todo el reconocimiento que se merece. Es verdad que está bien considerado, pero con una cierta boca pequeña, porque este país torturado siempre rebaja el nivel cuando se trata de los suyos y de sus méritos.

Con todo, espero que Any de Gràcia tenga el aplauso público que merece, porque es una comedia jocosa, inteligente y sutil que consigue trascender la triste vida de sus personajes y convertirla en una magnífica aventura de la cotidianidad. Espléndida como siempre Rosa Maria Sardà, acompañada de gente del nivel de una Amparo Moreno y Santi Millán, pero sobre todo de un joven Oriol Pla que sabe convertir su personaje en pura poesía. Por supuesto, no sé nada de crítica de cine, y sus señorías dirán su opinión. Pero personalmente creo que este Ventura Pons es excelso, precisamente porque no pretende serlo. Y no olvidemos que la poesía hecha de la vida simple es pura épica.


Cruce de destinos

Antonio Llorens, Turia

Una divertida y ágil comedia, atenta a los diferentes personajes y universos que la hacen posible, concebida por un Ventura Pons tremendamente juvenil – La espléndida banda sonora, con esas canciones que acompañan el deambular del joven protagonista, pero también por la manera de abordar las aspiraciones y los decepcionantes encuentros y desencuentros de ese mismo chaval-, capaz de colocar distintos ejemplos generacionales y muy diferentes actitudes ante la vida, ante el futuro, a partir de unos muy limitados enredos, hijos –en cualquier caso- de unas situaciones procedentes de un sustrato más bien dramático: soledad, inadaptación, carencia de ofertas laborales o de éxito artístico, escaso entrenamiento sentimental, etc.

Alguien ha señalado los contactos de esta comedia con numerosos ejemplos del cine italiano de diferentes épocas. También, obviamente, hay espacio y razones para acordarse de Woody Allen y algunas de sus numerosas comedias, sobre todo si pensamos en el papel que poseen la gran ciudad y el barrio de Gràcia, suficientes como para no echar de menos Manhattan del gran cineasta americano. Pero las virtudes más dignas de aplauso surgen de esa frescura, de esa capacidad para matizar diversas líneas de actuación y desarrollo de los personajes: esos restos de familia y matrimonios más o menos tradicionales reconvertidos en nuevos grupos y modelos de asociación –incluyendo el peculiar final de la historia-, sea a partir de la trayectoria del muchacho (padres separados, hermano trasplantado a Brasil, amigo en el pueblo) o de otros importantes personajes, como el de Gràcia (la estupenda Rosa María Sardà, viuda y solitaria), o los que interpretan Santi Millán y Amparo Moreno, con sus respectivos fracasos sentimentales; estas oscuras posibilidades de encontrar un empleo adecuado, un futuro profesional, un amor a medida; ese conjunto de historias de amor –sin amor y sin historia- que van desfilando por la pantalla a partir de los testimonios de los personajes.

Fresca, divertida, realista, esta nueva comedia de Ventura Pons interesa tanto por esa ajustada descripción de personajes, quimeras y ambientes, como por su propia construcción, fiel por un lado a los clásicos moldes de la comedia de todos los tiempos –antagonismo de personajes, manías particulares, controvertidos espacios, distanciamiento moral y generacional- y mucho más fiel todavía a una voluntad de poner sobre la mesa un cuidado y extenso programa de quejas, reclamaciones, reivindicaciones, válidas para cualquier edad y de enorme protagonismo en los tiempos que corren, cuando las frustraciones del contexto parecen decididas a acabar con toda espontaneidad y asomo de esperanza.

Como si fuera un saludable analgésico, una fórmula magistral, el film de Ventura Pons constituye un sano y efectivo remedio contra muchas aburridas proposiciones.


Any de Gràcia

Pere Vall (Fotogramas)

El incansable Ventura Pons regresa al espíritu de su opera prima, Ocaña, retrat intermitent (1978). Obviamente, ni David (Oriol Pla) necesita romper con los tabúes del añorado José Ocaña, ni el ambiente de las Ramblas postfranquista es el mismo que el de la liberada Gràcia actual. Lo que une ambos films es la capacidad de su director para dejar constancia fílmica de un tiempo y un lugar.

Y con una banda sonora muy concreta: la del nuevo y triunfal pop catalán, que acompaña a David mientras hace sus primeros pinitos en el amor/sexo y busca su lugar en el arte/mundo laboral. Coyuntural en el mejor de los sentidos, tiene la virtud de parecer fresca explicando la misma historia de siempre: quién soy, de dónde vengo, a dónde voy…


Any de Gràcia, una comedia tonificante

Jordi Batlle (Guía del ocio)

La nueva película de Ventura Pons es ligera y refrescante y habla con gracia sobre las penas cotidianas de hoy en día.

El título de la última película de Ventura Pons tiene por lo menos tres significados. Gràcia es el nombre de la protagonista, una viuda cascarrabias que vive sola con su amado periquito hasta que un jovencito de provincias llega a Barcelona con la intención de triunfar como artista plástico y se instala en su casa para cuidarla y hacer las tareas domésticas; tenemos, pues un retrato de mujer (expansivo: la Sardà se luce ya sea jugando a la “brisca”, maldiciendo, emborrachándose o fumando un porro) al tiempo que un clásico patrón de comedia con “pareja perfecta”.

Gràcia es, en segundo lugar, el barrio donde transcurre la acción, y ya sabemos que Pons ha tenido siempre buen ojo y buen oído para trasladar a la pantalla los ritmos y latidos de la ciudad y la época presente. Y gracia, en el sentido suerte, es la que obtendrán los protagonistas (la pareja de marras, pero también el afable dueño del bar encarnado por Millán) en esta aventura de Ventura, una comedia a la que se le podrá reprochar su extrema ligereza, a ratos su tono naif, pero que entra con la gratificante frescura de una horchata en pleno verano. Una comedia tonificante idónea para desengrasar las penas cotidianas de estos tiempos, porque también habla en sordina de ellos: la crisis, la juventud desatendida, los emprendedores…


Risas contra la crisis

Marta Cervera (El Periódico)

Ventura Pons planta cara a la crisis con una comedia protagonizada por David, un joven estudiante de primer año de Bellas Artes (el debutante Oriol Pla) que llega del pueblo dispuesto a abrirse camino en la gran ciudad. El problema es que para costear su estancia se acoge a un programa del Ayuntamiento que consiste en vivir en casa de una persona mayor gratis, a cambio de hacerle compañía. Gracias a él se instala en un apartamento del barrio de Gràcia, donde convive una cascarrabias insoportable llamada Gràcia, que borda Rosa María Sardà. Enriqueta (Amparo Moreno), vecina de Gràcia, y el dueño de un bar (Santi Millán) serán los únicos aliados de David, que sabrá salir airoso de la explotación a la que Gràcia le somete con la excusa de que está enferma.

La relación intergeneracional que entablan es una de las bazas de la película. El filme, que solo pretende hacer pasar un buen rato a una audiencia amplia, retrata tanto el barrio de Gràcia como la difícil situación en la que se encuentran los jóvenes como el protagonista, con ganas de comerse el mundo y de ligar con las chicas, pero sin recursos. La historia ofrece un panorama halagüeño, pero deja la puerta abierta al optimismo…

La película ofrece una amable visión de la vida en el barrio de Gràcia, con sus inevitables conflictos vecinales.

La Gràcia de Gràcia

Lluís Bonet (La Vanguardia)

Capaz de rodar una película al año, Ventura Pons ha devenido la versión catalana de Woody Allen. Una proeza (creativa y económica) que entraña serios riesgos, algo evidente en la copiosa filmografía del miope con mejor vista de Manhattan, no de Barcelona, a pesar del impacto turístico de su Vicky, Cristina… Un año después de Mil cretins el cineasta barcelonés reaparece con Any de Gràcia.

El título muestra un doble sentido: cuenta el año que Gràcia, una arisca viuda sin gracia, alberga en su casa del barrio de Gràcia a un joven que quiere alejarse del opresivo entorno familiar. Ventura Pons parece retomar el inicio de su trayectoria fílmica, cuando en 1978 debutó con el documental Ocaña, retrat intermitent. Pero aquí se trata de una comedia de tono naturalista y con evidentes indicios del bagaje escénico que marcó los orígenes artísticos de nuestro incansable e incombustible cineasta.

“No tenemos futuro; vosotros lo tenéis todo”, le dice el joven díscolo a la siempre arisca dueña del piso, empeñada en controlar sus movimientos. La película tiene una estructura narrativa que oscila entre el episodio piloto de una sitcom, el sainete y la ironía característica del cine de Ventura Pons…

Sobresale el duelo interpretativo entre la veterana Rosa María Sardà y el prometedor Oriol Pla, perfectamente arropados por Amparo Moreno y Santi Millán…


Xoc de generacions

Anna Petrus (Decine)

És difícil trobar una pel·lícula de Ventura Pons que no sembli una pel·lícula de Ventura Pons…

El cineasta prefereix centrar-se en explotar la sigularitat dels seus personatges per treure el màxim de profit dels mecanismes de la comèdia fins a les darreres conseqüències…

Un film lleuger, de traç volàtil i que manté enganxat a l’espectador no en augmentar la seva curiositat per saber el que s’esdevindrà, atès que la successió d’esdeveniments és previsible, sinó pels moments d’humor i els gags que es van succeint al llarg del metratge.


Any de Gràcia

(Diari de Tarragona)

Gràcia (Rosa María Sardà) es una mujer de sesenta y pico años que vive sola en el barrio de Gràcia de Barcelona y se siente muy abandonada. Con el paso de los años se ha acabado convirtiendo en una vieja quejica, desagradable y malhumorada que no consigue congeniar con nadie. La pesada soledad acerca a la anciana hasta David, un joven estudiante de veinte años a quien ofrece una habitación en su casa a cambio de algo que no tiene y que le hace mucha falta: que le haga compañía y se preocupe por ella. David es activo e inconformista por lo que desde los primeros días no tardarán en saltar las chispas en la convivencia entre ambos. Sin embargo, los dos siempre se acaban dando cuenta de lo mucho que se necesitan el uno al otro.

Ventura Pons (“Forasteros”, “El porqué de las cosas”) suma a su larguísima y pintoresca filmografía esta comedia con tintes dramáticos en la que el humor y la ternura navegan de la mano de unos personajes que forman una pareja explosiva. La naturalidad es uno de los puntos fuertes del realizador catalán, característica que queda fielmente plasmada a lo largo de todo el metraje…

Rosa María Sardà (“La vida empieza hoy”, “Por la gracia de Luís”) se convierte en el mayor aliciente de la película, destacando entre un reparto en el que consigue salir airoso el joven Oriol Pla, en su primer largometraje para cine. Les acompañan, entre otros, Santi Millán (“Rivales”), Amparo Moreno (“Los pasos perdidos”) y Diana Gómez (serie de televisión “Aguila Roja”).